LA CRUELDAD

Hablar de la crueldad, es hablar sobre un tema muy complejo, arduo, doloroso y además por el grado cotidiano de violencia que viven nuestras sociedades se vuelve obsceno y no fácil de exponer.

¿Qué se puede llegar a entender por crueldad desde disciplinas como la biología, la etología y la psicología? ¿es la crueldad una forma particular de agresividad?, ¿el fundamento constitutivo de la crueldad es de carácter innato o adquirido en el contexto social?, ¿qué vínculos pueden establecerse entre el comportamiento cruel y la obtención de placer?, ¿qué factores o elementos desencadenan un comportamiento cruel y cuales lo constriñen o inhiben?

Históricamente, la crueldad ha sido vista como una de las emociones humanas más discordantes con sus intereses y con la vida en comunidad. En efecto, ser indiferente o regodearse del sufrimiento ajeno aparece siempre como una disposición despreciable del ánimo de los seres humanos.

Acerca de la crueldad, Hannah Arendt aseveró con respecto a los nazis, “Para ellos, la violencia, el poder, la crueldad, eran las capacidades supremas de los hombres que habían perdido definitivamente su lugar en el universo y eran demasiado orgullosos para anhelar una teoría del poder que les reintegrara sanos y salvos al mundo. Se hallaban satisfechos de su ciega adhesión a todo lo que la sociedad respetable había vetado, al margen de la teoría o del contenido, y elevaron la crueldad a la categoría de una virtud principal porque contradecía la hipocresía humanitaria y liberal de la sociedad«

La psicología ha buscado responder preguntas tales como ¿por qué nos comportamos como nos comportamos? ¿por qué hacemos lo que hacemos?, y ¿qué nos motiva a actuar de determinada manera? Estas preguntas adquieren especial relevancia cuando el comportamiento implica la destrucción del otro, la humillación, la discriminación, la persecución, los actos de tortura, etc.  

Este tipo de comportamientos individuales y colectivos se encuentran a lo largo de toda la historia de la humanidad y son transversales a todas las geografías, no circunscribiéndose exclusivamente a escenarios de guerra o conflicto.

La generalización de las conductas destructivas nos obliga a preguntarnos por la posibilidad de un fundamento innato, instintivo o heredado. Pero nos encontramos inmediatamente, con que dichas conductas se expresan de forma distinta y en variados grados o niveles, dentro de cada cultura u organización social. Lo anterior amplia la pregunta y la dirige hacia las condiciones sociales que permiten, configuran o tipifican el comportamiento destructor.

La crueldad, es una palabra que abarca en el lenguaje cotidiano cierto repertorio de conductas tipificadas como perversas o aberrantes por su naturaleza violenta y destructiva. Dicha noción podría permitir introducirnos a la pregunta sobre por qué nos comportamos como lo hacemos, desde una forma específica y límite de comportamiento.

La crueldad es un fenómeno doblemente humano en su configuración y expresión, en tanto forma de comportamiento agresivo pasa por la humillación, la tortura y en última instancia, por la destrucción del otro o de sí mismo.

¿Es la crueldad una forma de agresividad vinculada al placer, que se expresa particularmente en el ser humano?

En la política, la crueldad es muchas veces actos notorios porque se manipula la confianza que se deposita en aquellos que ejercen algún dominio, liderazgo o mando, son estos personajes que utilizan como eslogan para argumentar sus viles actos, “El fin justifica los medios”. Todo parece lícito si produce poder o si produce dinero que son sus valores esenciales. Para obtenerlos se sacrifican vidas y personas, se engaña sin el menor pudor, y arropándose en una retórica pacifista y patriotera, se recurre a la violencia e incluso a la tortura para mantener el poder y la ambición.      

Aristóteles condenaba el sentimiento del placer que se siente ante el sufrimiento ajeno, considerándolo como un defecto o sentimiento extremo, contrario a la conducta virtuosa. A los seres humanos que quedan poseídos por tales sentimientos, nos dice Aristóteles, “no es posible nunca acertar…sino que siempre se yerra”.

La crueldad se concibe como la pasión por la cual el sujeto es capaz de infligir daño a otros por placer o bien de presenciar el sufrimiento ajeno sin sentirse conmovido.

Así mismo Arthur Schopenhauer consideró que la crueldad es una de las tres motivaciones esenciales de las acciones humanas, siendo la expresión práctica del sadismo o maldad. Él define que para el individuo cruel “los sufrimientos y dolores de los demas son fines en sí mismos y su consecución, placer. Por eso constituyen una alta potencia de perversidad moral”.

En su obra de 1980, “Sociobiología la nueva síntesis”, el entomólogo y biólogo, Edward Osborne Wilson describe las principales formas de la agresión, siguiendo las consideraciones biológicas acabadas de presentar: Agresión Territorial, cuya finalidad es alejar a los depredadores y a miembros ajenos al grupo.

Agresión de Dominación, ejercida por los dominantes contra compañeros miembros del grupo, cuyo objetivo no es tanto retirar a los subordinados del territorio sino excluirlos de los objetos deseados.

Agresión Sexual, según la cual, los machos pueden amenazar o atacar a las hembras con el propósito de aparearse o forzarlas a una alianza sexual más prolongada.

Agresión de Depredadores, frente a la cual no hay consenso sobre si puede ser calificada con propiedad como una forma de agresión. Ahora bien, no pueden confundirse las causas y la finalidad del comportamiento agresivo.

Los objetivos del comportamiento agresivo pasarían a estar atravesados adicionalmente por lo psíquico, lo social y lo cultural, dando como resultado; comportamientos mucho más complejos que los encontrados en las categorías de la agresividad de Wilson.

Uno de estos instintos es el sádico, distinguido de los demás porque su fin no era en modo alguno amoroso, además, porque establece múltiples coaliciones con los instintos del yo. Manifiesta un estrecho parentesco con pulsiones de apropiación o posesión y forma parte de la vida sexual. En este caso bien puede ser que el juego de crueldad sustituya al amor

En el sadismo se observa una amalgama entre la sexualidad y la agresividad dirigida hacia afuera; en el masoquismo la destrucción se dirige hacia adentro. En ambos casos, se desvía el fin erótico, sin dejar de satisfacer por ello el impulso sexual.

Según Freud, “habría una innata inclinación del hombre hacia lo malo, a la agresión, a la destrucción y con ello también, a la crueldad. Entorno a esto, girarían distintas representaciones del mal, que cumplirían una función económica de descarga”.

Aún donde éste aparece sin propósitos sexuales, aún en la más ciega furia destructiva, no se puede dejar de reconocer que su satisfacción se acompaña de extraordinario placer narcisista, pues ofrece al yo la realización de sus más arcaicos deseos de omnipotencia.

El sentimiento de culpa, que no se percibe como tal, sino que permanece inconsciente o se expresa como un malestar; se da por igual ante el acto o la intención de hacer algo que se considera malo. Presupone el reconocimiento de la maldad como algo condenable. Dicha capacidad de reconocimiento no es innata, sino históricamente adquirida. Freud rechaza la existencia de una facultad original-natural, de discernir el bien y el mal.

La agresividad humana transgrede los límites biológicos, y se muestra atravesada por lógicas puramente políticas, sociales y culturales. Por lo tanto, la muerte biológica no es el límite de la agresión, mucho menos los comportamientos de sumisión y derrota que en otras especies frenan el ataque. De ahí que a la persona se la mate, y remate. El castigo físico y psicológico a los niños, su exposición a contextos de violencia, angustia y azar moral, la inculcación de valores culturales en los que se celebra la violencia, el machismo y el oportunismo como virtudes y, la ausencia de figuras paternas de autoridad; la configuración adecuada de los mecanismos psico-culturales de contención se ve seriamente comprometida.

Nietzche nos dice que “el hombre es algo que debe ser superado” y continúa diciendo “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda sobre el abismo”. La humanidad en ese sentido, tiene su origen en nuestro pasado animal que los humanos han considerado como malo, salvaje, etc. Por ello, Nietzche sostiene que “las energías pavorosas -lo que se llama el mal- son los ciclópeos arquitectos e ingenieros de caminos de la humanidad.

Revisando el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se puede encontrar que los comportamientos cooperativos, altruistas, caritativos y piadosos son tipificados como humanos, en contraposición a las expresiones egoístas, violentas, destructivas y de impiedad que son denotadas como inhumanas.

La real academia enmarca en gran medida, la última categoría de comportamientos (inhumanos), dentro de los significados de la palabra crueldad “inhumanidad, fiereza de ánimo, impiedad”.

Por lo visto, nuestra especie, al definirse a sí misma como humanidad, incluye una serie de comportamientos que los considera como propios, normales y por lo tanto loables. De esta manera excluye al definirse, ese otro conjunto de comportamientos impropios, anormales, execrables y aberrantes.

A modo de síntesis y conclusión, hay que decir que la crueldad debe entenderse en primer lugar, como un concepto utilizado por el ser humano para describir un repertorio conductual caracterizado por la impiedad, la ausencia de compasión, la violencia, la agresividad y la destrucción.

La crueldad se nutre del poder de dominio y sometimiento sobre el otro, cuya fragilidad queda a merced de quien empuñe el arma, y la fuerza. El otro se convierte en el lugar de goce, en el espacio en el que prueba su fuerza, pero no porque cosifica a su víctima, sino porque considerándolo inicialmente como un semejante procede a una degradación del mismo por que puede.

Estas energías se comprenden como la pulsión de muerte y destrucción que se vincula al instinto sexual, es esta amalgama, el fundamento psíquico de la crueldad. En esta medida existe una excitación (tensión) producida por la agresividad dirigida, ya sea hacia afuera o hacia el mismo organismo. Dicha tensión, de ser descargada en el acto agresivo cruel, produciría una enorme satisfacción o placer.

Finalmente podemos sustentar, que la crueldad es un fenómeno doblemente humano, en el sentido en que: por un lado; la agresión placentera si bien tiene un sustrato innato instintivo-pulsional, no se observa dentro de las lógicas agresivas de otras especies.

Nuestra agresividad está atravesada por los símbolos, significados y finalidades propias de cada contexto sociopolítico y cultural.

La crueldad siempre implica un dispositivo sociocultural. En esto hay una diferencia sustancial con la agresión, herencia instintiva del hombre. El instinto no es de por si cruel, está sujeto a la ley de la sobrevivencia y por eso puede llegar a ser feroz, pero no cruel. El paradigma del dispositivo de la crueldad es la mesa de torturas, pero el accionar cruel no está acotado solamente al ámbito puntual del tormento, sino que debe estar sostenido por círculos concéntricos, políticos, desde ya incluyendo a los beneficiarios de las políticas que se pretenden instaurar por el terror.

La crueldad es una patología de frontera establecida, Nathaniel Hawthorne en “La letra escarlata” nos dice a través de Hester Prynne “Pocas cosas hay tan feas en la naturaleza humana como esta tendencia a la crueldad, tan solo porque se tiene el poder de hacer daño que llegué entonces a notar en personas que después de todo no eran peores que sus vecinos”

Nietzche nos dice “La crueldad es a menudo el signo de una insatisfacción interior que anhela un narcótico; y también lo es una cierta desconsideración cruel del pensamiento”

Lo cierto es que como dijo el psicólogo clínico Jordan Peterson “La maldad es una fuerza que cree que su conocimiento está completo”, la maldad y la crueldad, existe en nuestras sociedades, tiene fuerza propia y una de las características de estos personajes es que se creen autosuficientes, superiores y buscan hacerlo notar. El mismo doctor comentó, “Debes determinar a dónde vas, para que puedas regatear por ti mismo; para que no termines resentido, vengativo y cruel”.

El corazón humano tiene la potencialidad de la acción, por ese motivo debemos tener el objetivo de recordar el desafío del doctor Peterson, “Sería bueno hacer del mundo un lugar mejor”.

 Juca Fevel.

Bibliografía

Juca Fevel, Crisis en las ideas, en la justicia y en la moral, en https://contemplatiosocial.wordpress.com/2021/08/21/crisis-en-las-ideas-en-la-justicia-y-en-la-moral/

Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo.

José Ovejero, La ética de la crueldad.

Rita Laura Segata, Pedagogías de la crueldad. Revista de la Universidad de México.

Fernando Ulloa, Sociedad y crueldad.

Aristóteles, Ética Nicomáquea.

F. Nietzche, Humano, demasiado humano.

Friedrich Nietzche, Crepúsculo de los ídolos.

Daniel Cuevas y Alejandro Granados, La Crueldad como fenómeno doblemente humano.

Freud, Tres ensayos sobre teoría sexual.

Rosset, El principio de crueldad.

 Edward Osborne Wilson, Sociobiología la nueva síntesis

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