Desafíos de los derechos humanos.

Un grupo de alumnos me preguntaban sobre los derechos humanos y como se puede defender en estos tiempos donde el socialismo y el progresismo han cubierto casi todas las áreas de las ciencias sociales en el mundo occidental.

Parafraseando a Borges si tuviese la ocasión de conversar con todos ustedes no lo haría con “todos”, porque “todos” es una abstracción, sino con cada uno, porque cada uno es una persona individual, singular, subjetiva, única que merece una atención específica. No hay nada más liberal que respetar al individuo y su proyecto de vida y de eso se trata los derechos humanos.

Hablar de Derechos Humanos en el siglo XXI, exige un ejercicio de justificación intelectual, seguramente histórico, pues no existen precedentes en esta decadencia del pensamiento progresista una defensa del pensamiento integral de la libertad y los derechos humanos.

A reserva de que múltiples organizaciones intergubernamentales, estados nacionales, fundaciones y ongs recomiendan sanciones de textos normativos aferrándose a la idea de un falso progresismo y de nuevos derechos comunitarios, requiriendo enorme saltos dialecticos de justificación sobre derechos que no lo son.

Las causas que motivaron estos escritos y esta defensa también tiene que ver con el pragmatismo, el realismo jurídico y la necesidad de un definitivo aterrizaje de los derechos humanos dentro de un marco teórico basado en el ius naturalismo, entender los derechos humanos hoy en día es entender que cada vez más se abre un abismo entre los derechos naturales, los nuevos derechos declarados y el sufrimiento humano.

Se politiza ese dolor, ese sufrimiento, uno se pregunta ¿Por qué seguir sintiendo cada mañana que somos cada días más injustos, más indiferentes, más atérmicos, mientras observamos sin actuar la distancia patética que separa el colectivismo con el dolor humano?

Esa distancia, ese abismo, denuncia un error, algo hemos hecho mal en el curso de nuestra militancia humanitaria por la libertad y la dignidad del individuo, hoy pareciese que solo el progreso humano se deriva de lo económico, grave error, el progreso humano deriva de otras cualidades como la cultura, la ética que parece inhallable. No fuimos precisos. Nos detuvimos en entretenimientos intelectuales y en bastardeadas políticas lleno de sofismas, grandes declaraciones, tratados prosódicos, congresos ilustres, organizaciones pro terroristas, maquilladas o enmascaradas bajo el halo de los derechos humanos, mientras la miseria crece en nuestros pueblos hispanoamericanos, como crece la maleza en tierra olvidada.

Estamos siendo como un jardinero infiel, que solo cuidamos la rosa predilecta y se deja morir las especies que uno no aprecia.  El amor por las palabras y los conceptos puros nos ha llevado a encerrarnos en discursos. La realidad, mientras tanto, se encarga de hacer infeliz a la mayor parte de los ciudadanos esperanzados en que el estado pueda resolver sus problemas.

La historia de los derechos humanos los muestra como un ejercicio literario y nada más. El británico Edmund Burke denunció que los franceses amaban declarar derechos que nadie podía practicar. Es importante pensar en los derechos humanos como una serie de prácticas reales y no en lo que se está convirtiendo, un conjunto de declaraciones solemnes, hoy en día hemos tenido como logro el amontonar convenciones que son letra muerta junto con una caterva imperecedera de mucho sufrimiento humano.

Burke pareció ser asistido por la verdad, la revolución francesa pasó por la guillotina a la revolución francesa y terminó en la larga autocracia de Napoleón Bonaparte desde 1800. La libertad declarada se convirtió, en apenas una década, en un bonito ejercicio literario.

Sin duda las obras de Rousseau, de Voltaire, de Diderot, de Montesquieu nos resultan literalmente muy atractivas en comparación con cualesquiera de los críticos de la revolución conocidos como los “reaccionarios”. Y sin embargo no deja de ser cierto que todo ese bello ejercicio doctrinario francés fue contradicho por la realidad sin ninguna compasión.

La literatura vasta y generosa sobre Derechos de Gentes, beneficios de la Libertad y posteriormente Derechos Humanos se ha convertido en solo literatura. Si hoy leemos las convenciones internacionales y lo que las ongs, fundaciones nacionales y el estado tratan de hacer con los derechos humanos, obtendremos un sabor extraño, el de la irrealidad. Ninguna relación hay entre los textos de los derechos humanos de primera generación con lo que nos quieren vender como derechos  en estos tiempos.

Aquel acontecimiento histórico –el de la revolución francesa dotada de grandes textos y una realidad cruel que hoy la contradice- se repite innumerable cantidad de veces. Se trata de la distancia espeluznante que hay entre lo que fue y los hechos actuales.

Giovani Sartori declara “Nuestras sociedades se están convirtiendo, característicamente, en sociedades de pertenencia, en las que los ciudadanos se sienten acreedores de débitos, de cosas que les pertenecen”.

Estas sociedades de pertenecías son también crecientes – no es solamente- “total de derechos”, también es una sociedad caracterizada por la reivindicación de derechos materiales.

Los derechos sancionados por las constituciones primigenias eran “derechos jurídicos” que provenían de espacio y garantías de libertad, no derechos que atribuían beneficios sustantivos. Una interesante relectura nos haría ver que estos derechos jurídicos son derehcos sin costos que no se transferirán en el balance del estado, como costos de gastos.

Es solamente luego de los años 70 del siglo pasado que a estos derechos sin costos se le ha comenzado a incrementar nuevos supuestos derechos hoy llamados de segunda, tercera o cuarta generación.

Norberto Bobbio nos dice que “los derechos humanos es un problema no filosófico sino político, donde lo que importa es protegerlos más que justificarlos”.

Sartori nos dice que “mientras que los derechos formales, son derechos absolutos (incondicionales) los derechos materiales son por fuerza, relativos a las posibilidades materiales. En cambio, la sociedad de las pertenencias los percibe y reclama como derechos absolutos. Y aquí cae, o deberá caer el burro”.

Pero, “lo importante no es sobre cuánto de las erogaciones este destinado a las necesidades sociales, el punto (como lo dice Bobbio) es sobre el título de la justificación. Si un beneficio es tenido en cuenta como un derecho natural o de nacimiento, no es ni siquiera un beneficio, nos espera, lo tomamos y n siquiera debemos decir gracias. Si después ese beneficio es tenido a titulo absoluto, entonces nunca será suficiente, siempre será, en alguna medida una obligación incumplida”

Lo realmente importantes es dilucidar, si los llamados “derechos sociales” están justificados o no, si son legítimos, si son derechos o no.

Sin embargo, una rara ilusión positivista nos hace depositar la fe en normas, es decir, literatura con presunción obligatoria. La lectura de la declaración de los derechos humanos. Desdichada o felizmente nos mueve la esperanza, y le creemos a esos derechos que provienen del ius positivismo, tenemos fe en nuestra libertad, entendemos que el mayor bien del ser humano es la vida, y que el motor del avance de las sociedades se debe a que uno busca respetar el proyecto de vida del semejante e intercambiar productos y servicios para el beneficio del otro.

Pero si la libertad es nuestro ejercicio, el desafío no es seguir declarando derechos, ni mucho menos mejorar los declarados. Se trata ahora de poner en marcha esos derechos. La pregunta es cómo.

Probablemente sea éste un buen momento para regresar a lo básico recordar a los estados los instrumentos reales para la puesta en marcha de derechos fundamentales.

Somos nosotros quienes delineamos los contornos de la ética social. No hay un gran otro que piense por nosotros. No nos imponen ser honorables o ser unos degenerados. Esas son elecciones éticas que hacemos cada día. Elegimos como como comportarnos.

El gran hermano, en todo caso nos vigila, pero no nos impide ser generosos, la ética no está prohibida en ningún sistema del mundo. No podemos obligar al estado a ser sensato –los estados son insensatos por naturaleza- pero si podemos organizarnos con sensatez.

Reposicionar esos derechos humanos básicos, naturales, es también estimular actos sencillos. Todas las grandes tareas heroicas comenzaron con actos simples. Hablar sobre los derechos humanos en estos tiempos no es un objetivo, ninguna norma puede ser un objetivo. El propósito es aterrizar los grandes principios universales de defensa de los derechos humanos a la realidad más llana, más vulgar, y ver finalmente a las personas disfrutar de su propia dignidad.

Ya conocemos el universo, cada vez hay más cosas, casi todas las grandes ideas fueron pensadas por algún griego, las grandes obras fueron ejecutadas por culturas como las egipcias, en la India y Camboya, mayas, aztecas e incas, y por supuesto por algún romano. Como dice el Eclesiastés, son todas vanidades y hoy no hay nada bajo el cielo que sea digno de admiración, pero podemos organizar los astros de otro modo, conceder un nuevo valor a las obras ejecutadas, darle un nuevo valor a los naipes , y jugar un juego más divertido, un juego al que podamos jugar todos, por que como dice un artículo de fe religioso “Creemos en ser honrados…benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad…Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos”.

Pues si para todos no hay asiento en el banquete de la vida es porque otros ocupan de la mesa demasiado lugar.

Juca Fevel

Bibliografía.

Giovani Sartori, ¿qué es la democracia?

Leopoldo Escobar y José Antonio Romero, La visión liberal de los derechos humanos.

 Juan Carlos Febres, Discurso en la ONU, set. 2017 sesión dela comisión de los derechos humanos, “Volver a  los derechos humanos”

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