Otra mirada del 12 de octubre para América.

El 12 de octubre es una fecha especial, se le puede llamar de diferentes maneras, choque de culturas, día de la raza, encuentro de culturas, yo prefiero llamar ese día como el día de la revolución de las ideas, porque ese día sucedió lo impensado, un cambio total de los paradigmas, en fin, una fecha de renacimiento.

Fue el rey Alonso XIII quien designo esta fecha para homenajear a España por su descubrimiento en todas las ciudades del reino de España, en 1958 el gobierno español cambió la designación por el “día de la hispanidad”.

El 12 de octubre no fue un descubrimiento unilateral, españoles frente a los aborígenes, sino que se trató de un encuentro de culturas con abismales diferencias. Un ejemplo de ello fue el mismo Cristóbal Colon, poco tiempo después de desembarcar escribió a los reyes de España y describía su descubrimiento como el “Nuevo Mundo”, y con ello advertía su asombro ante la diversidad de la topografía de las Antillas, “los árboles son las cosas más hermosas, no se cansan los ojos de ver tan hermosas verduras y tan diversas a las nuestras”.

Pero el 12 de octubre, sin embargo, deberíamos cambiar nuestro modo de ver el mundo y la historia, Tzvetan Todorov dijo “Así, pues, paradójicamente, es un rasgo de la mentalidad medieval de Colon el que lo hace descubrir América e inaugurar la era moderna”, en otras palabras, el 12 de octubre significó para historia de la humanidad el triunfo más concluyente del movimiento renacentista.

En una visión más amplia de lo que fue el mundo del siglo XV, en la mente del hombre, se produce una mutación de siglos, el pensamiento se limpia de sombras, crece las perspectivas del conocimiento universal. El descubrimiento de América tiene un hondo contenido revolucionario por que marca una etapa definitiva en el movimiento demoledor, renovador y constructivo que es el renacimiento.

El 12 de octubre ofrece la posibilidad de un mundo nuevo, ignorado en toda su magnitud, escondido hasta entonces en espesas brumas del tiempo y refugiado como una enorme reserva moral en el trasfondo de la civilización.

América apareció a los ojos absortos de Europa revolucionando, demoliendo y transformando todos los conceptos, científicos, culturales, filosóficos y religiosos, inmutables hasta el día anterior.

Un profundo estremecimiento sufrió Occidente. América abría al viejo mundo un inmenso camino para canalizar sus ansiedades. Y Europa, que buscaba a Oriente para redimirse, desde esta fecha en adelante dirigiría su mirada hacia América. Hubo en este día en toda Europa un minuto de sosiego, solo un minuto, porque el reposo vendría después, cuando Magallanes y El Cano realizaran la empresa más formidable que contemplaron los tiempos.

El edificio medieval se resquebraja, innumerables grietas se abren en sus propios cimientos al resonar en las cubiertas de las carabelas el grito alucinador: “tierra…tierra”. Todo el medioevo vaciló, el sol brillaba a plena luz, las primeras hendiduras fueron abiertas por Urbano II y por Pedro El Ermitaño.  La libertad, es siempre fundamento de la audacia inspirada.

Las cruzadas rompieron el equilibrio de Europa y abrieron los horizontes del mundo y de la ciencia. El mundo europeo, recogido en sí misma, había envejecido prematuramente. Urbano II predica la segunda cruzada para reafirmar, para resucitar la fe de Cristo, en la vacilante conciencia de la nobleza occidental, y con la segunda cruzada al grito “Dios así lo quiere” los hombres que buscaban el perdón de Dios, los caballeros, lacayos, rico o pobres, e incluso a los saqueadores y aun los hombres libres, pero sin riquezas aceptaron el llamado del Papa Urbano II.

La fe había huido de los castillos, de los palacios señoriales y de los templos, no puede germinar la fe en el sensualismo y la libidinosidad tampoco en la voluptuosidad y el ocio, en cambio se refugia en el corazón humilde del pueblo y en el alma de los grandes místicos.

El pueblo ha sido en todas las épocas la reserva potencial de los valores de la fe, de lo contrario, el medioevo hubiese terminado en la orden de Cluny. En los castillos se cobijaban tan solo la codicia y el crimen.

Se levantan los primeros palacios de la burguesía naciente y la sede papal se mancha con la sangre y la lujuria. Nos hallamos en la época de hierro del papado. Hildebrando se impone. Su grito es: “¡Moralidad…Moralidad!”. Lutero pronunció estas mismas palabras, cuatro siglos y medio después, para producir la escisión religiosa en Europa.

¿Cómo reavivar la fe quebrantada? … ¿Cómo purgar a Europa de todos sus pecados de siglos? … No era posible quedarse quietos, ensimismados frente al fracaso. ¿Era necesario organizar una empresa de redención moral? El pensamiento surcaba impulsivo hacia oriente. El santo sepulcro se hallaba en poder de los infieles. Había que conquistarlo a precio de cualquier sacrificio. Ese día surgió el Renacimiento.

Volcar al mundo Occidental en el Oriente fue el más grave error de la Iglesia y la más pura conquista de la Humanidad. Lo lamentaron los papas en Trento casi medio siglo después. Enormes masas de pueblo, nobles y clérigos se volcaron en oriente llenos de fe en su religión, convencidos de que eran los más altos exponentes de la fe y de la ciencia. ¡tremendo fracaso!

En Oriente se hallaron con que la palabra de Mahoma o de Moisés o de Zoroastro era tan pura y tan expresiva como la de Jesús. Vieron que Oriente era depositario de toda cultura antigua. Los muros de Jerusalén no cayeron al son de las trompetas de los ejércitos cristiano como los de Jericó, el alfanje de Saladino y de sus legiones se convirtió en el ángel de la exterminación para los ejércitos de la cruz.  Varias veces se repitió el experimento con idéntico resultado, millones de hombres partieron a Europa embargados por una fe inquebrantable, con un respeto firme de la vida y de Dios, de la ciencia y de la filosofía. Pero cuando llegaron a Constantinopla tuvieron el convencimiento de que ellos eran los barbaros. El oriente era la civilización.

Partieron de Europa millones de hombres. Pocos regresaron, los que escaparon a la cimatarra oriental, a las enfermedades y al hambre, ya no eran hombres convencidos de la verdad que sustentaban, sus espíritus se poblaron de espesas sombras y sus cerebros de hondas incertidumbres, el escepticismo reinaba en todas las conciencias y el hombre necesitaba de una nueva verdad. Ya no apelaba a Dios sino a la ciencia, por eso el hombre del siglo XV es un escéptico.

Las verdades absolutas estaban en quiebra, se desplomaba toda una teología milenaria. Los hombres palaban cenizas en las manos y marchaban por caminos de brumas. Esta es la herencia que debe la humanidad a Urbano II.

El espíritu religioso del medioevo era una fantasma que no conmovía a nadie. Por eso la fe de colon no desmayo en Salamanca. Otras verdades con carácter de absolutas se abrían paso en la conciencia humana y reclamaban primacía. Hay una crisis vertical y profunda de valores éticos.

El hombre del Renacimiento naufraga en un mar de contradicciones, solo queda un camino, un recurso capaz de levantar sobre las ruinas lo que hasta el día anterior tenía solidez de lo incontrovertible y de lo absoluto. Ya no se apelará solo a Dios sino a la Razón. Pero aun así era la Razón y la Fe será el cauce que conduzca a Dios y América es el triunfo de la Razón y la fe.

Las Cruzadas, bofetada de Anagni, el Movimiento Conciliar, el Gran Cisma, el Renacimiento, América, Copérnico, la Reforma, Galileo, Trento, Descartes “Cogito ergo sum”, son etapas del dramático naufragio medieval y, a su vez, etapa de reconstrucción de los nuevos tiempos. Sin el Renacimiento no se concibe a Copérnico y a Galileo sosteniendo la teoría heliocéntrica. Sin el renacimiento no se concibe América.

El 12 de octubre marca una fecha crucial en la historia de la humanidad. Es el triunfo de la razón antes que Galileo, expresara su opinión definitiva “E pur si mouve”.   El día que la fe se renovó. El día que en Europa hubo la certidumbre de que se había descubierto un mundo nuevo, que era cuatro veces más grande que la misma Europa, se tuvo un instante de tranquilidad espiritual.

Europa podía desbordarse, volcarse como un torrente de aguas turbulentas en América, en este maravilloso mundo de ensueño, amanecido en la imaginación de unos hombres visionarios, con su inmenso marco de posibilidades. Sus hombres vinieron a América trayendo sus ideas, sus inquietudes y sus anhelos. Aquí en América, mientras que en Europa se desangraba en guerras de religión y en polémicas teológicas, nuevas posibilidades de vida inagotable se ofrecían a los hombres en una tierra de promisión y de ensayo humano.

América fue siempre una ansiedad enloquecida de historia y de entrega desinteresada a los hombres.

Pero América también es un reto, un desafío, entender la cultura propia y autóctona despojándola de toda imaginación paradisiaca. Escritores, políticos, sociólogos, filósofos y antropólogos al hablar de los pueblos originarios, de las comunidades andinas o de la selva, los llamaron por ejemplo “los indios del … Perú”, o “Nuestros indios…chilenos, argentinos, colombianos…”, como si uno fuese amo de ellos o de la propiedad de uno.

Desde los años 20 del siglo XX surgió un movimiento político y cultural cuyo fin era la reivindicación y la igualdad ante la ley de los hombres de los pueblos originarios. Los que más difundieron la cultura de los pueblos originarios fueron los escritores, de Bolivia, podemos hablar de Alcides Arguedas con su “raza de bronce” y Franz Tamayo que luchaba a través de sus escritos, una educación respetando a los pueblos quechuas y aymaras en su libro “la creación de la pedagogía nacional”, de Ecuador, Jorge Icaza con su “Huasipongo”, de México Mauricio Magadaleno, “el resplandor” Rosario Castellanos con “Balun Canan” y José Vasconcelos con “LA raza Cósmica”. De Argentina, el más representativo es Lucio V. Mansilla “Una excursión a los indios ranqueles”. De Perú José María Arguedas con su “Ríos profundos”, y Ciro Alegría con el “Mundo es ancho y ajeno”.

Lo cierto es que los pueblos originarios sufren discriminación, pobreza, falta de vivienda y rezago educativo, por ejemplo, en Paraguay hablan en guaraní y es un caso único en la historia universal, la lengua de la cultura originaria, la lengua de los vencidos, es el idioma nacional unánime y sin embargo en la mayoría de los estudios de educación los paraguayos opinan que los que no entienden español son como animales.

En Uruguay a mediados del siglo XX hasta los años 80 en las escuelas se enseñaba que el país se había salvado del problema indígena.

En Argentina hace 30 años se negaba en los registros públicos escribir los niños con nombres quechuas.

En Bolivia hoy sus comunidades campesinas están divididas por las dadivas del gobierno.

Rigoberta Manchu dijo “Yo creo firmemente que el respeto a la diversidad es un pilar fundamental en la erradicación del racismo, la xenofobia y la intolerancia”. También en esta fecha lo ancestral debe ser también un movimiento que busca expresarse, que busca su identidad en el siglo XXI, esa identidad debe revalorizar la dignidad, y esta se vigoriza con la cultura.

Franz Fanón decía que “si la cultura es la manifestación de la conciencia nacional, la conciencia nacional es la forma más elaborada de la cultura”, la cultura autóctona es en última instancia el proceso de maduración de una nacionalidad en germen que encontrara su maduración y su éxito final en las futuras convulsiones del siglo XXI.

Lo originario, lo andino, no es cosa del pasado sino debería ser el inicio de la ruta del ancho, grande y no ajeno camino del mañana. Las culturas originarias es mucho más que una bandera política, es sobre todo una mística, es el amor a la tierra, al sol, al rio, a la montaña, es el puro sentimiento de la naturaleza, es la gloria del trabajo que todo lo vence, es el derecho a la vida sosegada y sencilla, es la obligación de hacer el bien, de partir el pan con el hermano, es la libertas y la dignidad del hombre, es también al defensa de sus bienes, es la fraternidad de los hombres libres y que en su libertad deciden ser fraternos, evitando las injusticias.

Es la promesa de la moralidad, de la ética, la poderosa, la omnipotente reacción contra la podredumbre de todos los vicios que pierden a los países donde las mafias políticas y sindicales se han enquistado en el poder, progresistas, socialistas, empresarios dependientes del estado, estatales que viven de los impuestos de los ciudadanos.

Hay toda una cultura que debe bajar y debe revitalizar esta modernidad tan liquida tan llena de mezquindades, el concepto de hombre andino, autóctono, originario, es más concreto que la palabra indígena, lo autóctono se nutre de costumbres, tradiciones, sus lenguas maternas se mantienen vivas, el quechua, el mapuche, el aymara, el guaraní, reflejan identidad mientras el concepto de indio es un concepto amplio,   casi vago, no permite hacer una clara diferenciación cultural entre los diferentes grupos humanos que se establecieron en el suelo americano.

No podrá lograrse una integración real entre las naciones de américa latina, sin un conocimiento profundo del otro, de su cultura y de su visión del mundo, romper los prejuicios entre naciones, comprender nuestra historia y acercar nuestras culturas, conocerse, en suma, es un camino inescapable hacia la integración.

Los méritos históricos de las personas no se juzgan por lo que hayan dado en relación a las exigencias, sino por lo que dieron de nuevo en relación con sus antecesores. La pregunta es ¿Cuáles son nuestros méritos, cual será nuestro legado?

Tiempo después del 12 de octubre de 1492 a fines del siglo XVIII Juan Pablo Vizcardo Y Guzman escribe el primer panfleto libertario que siempre ha mantenido vigencia en todo este tiempo, “La naturaleza nos ha separado de la España con mares inmensos, un hijo que se hallaría a semejante distancia de su padre seria sin dudad un insensato si en la conducta de sus más pequeños intereses esperase siempre la resolución de su padre, el hijo esta emancipado por el derecho natural… tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que este en medio de nosotros para la distribución de sus beneficios, objetos de la unión social” y más adelante reclama hermandad y libertad en estas tierras “¡Que agradable y sensible espectáculo presentaran las costas de la América, cubierta de hombres de todas las naciones, cambiando las producciones de sus países  por las nuestras!¡Cuantos huyendo de la opresión o de la miseria vendrán a enriquecernos con su industria con sus conocimientos y a reparar nuestra población debilitada! De esta manera la América reunirá las extremidades de la tierra y sus habitantes serán atados por el interés común de una sola GRANDE FAMILIA DE HERMANOS”

Juca fevel

Bibliografía.

Joaquín Morales Sola, “la revolución del 12 de octubre”.

Juan Pablo Vizcardo y Guzmán “Carta a los españoles americanos”

Juan Carlos Febres, “día de los pueblos originarios” en diario Sol de América.

Juan Carlos Febres “conferencia sobre indigenismo en parlamento andino, nov. 2016.

Deja un comentario